En Vietnam existe un enorme demonio de piedra con la garganta llena de oro, ¿conseguirá alguien apoderarse de esta riqueza?. Este cuento muestra la lucha entre la avarícia engañosa frente la bondad sincera.

En las tierras lejanas de Vietnam, en Asia, vivían felizmente dos hermanos. Mañana y tarde los dos hermanos se encargaban de labrar los campos de sus padres. Pero por desgracia los padres de los jóvenes hermanos murieron.
Ante esta situación el hermano pequeño se fue a preparar el último adiós de sus padres, que siempre habían sido bondadosos. Pero el hermano mayor, sin pensarlo, aprovechó la ocasión para ir a la casa de los padres y llevarse todo aquello que habían dejado de valor.
Al volver a la casa, el hermano pequeño se la encontró vacía:
-Después de tantos años es extraño que nuestros padres dejaran vacía la casa, ¿verdad, honorable hermano? -preguntó el hermano pequeño-.
-Tus ojos no te engañan -contestó el hermano mientras lo miraba fríamente-. Nuestros queridos padres no tenían nada, solo esta triste casa.
-En este caso, buen hermano, compartiremos de buen agrado la casa de nuestros padres.
-No puede ser -sentenció el hermano grande-. Yo tengo una mujer y tu no, la casa es mía.
De esta manera el hermano mayor se quedó a vivir en la casa con su mujer. Se quedó también los bueyes y los campos para labrarlos y sacar provecho. El hermano más joven, que no dijo ni una sola palabra sobre la decisión de su hermano mayor, tuvo que quedarse solo en un pequeño terreno sin casa, cerca de una enorme montaña de piedra, con la única compañía de un perro y un gato hambrientos.
Pasaban los días y el muchacho no sabía cómo llevarse un pan a la boca ya que no tenía bueyes para labrar el campo, ni caballo, o burro. Finalmente, después de rascarse la cabeza y mirar al perro y al gato mucho rato, decidió intentar labrar el campo con aquellos dos pobres animales. Los colocó sobre el arado mientras los animaba a moverse. El gato y el perro empezaron a andar mientras maullaban y ladraban sin parar.
De golpe la montaña de piedra que había delante de los campos empezó a moverse ante el espanto del muchacho. Allí mismo, desde una cueva extraña se empezó a escuchar un ruido, cada vez más y más alto. Finalmente la montaña de piedra se abrió. Era la boca de un demonio inmenso que no paraba de reír delante de aquella ridícula situación. El muchacho observó aquella inmensa boca y observó un color que le cegaba: ¡era oro!. ¡La boca del demonio estaba llena de oro a toneladas!
El muchacho subió rápidamente la montaña y llenó su saco con oro. Al irse el chico observó como la enorme boca se cerraba. Con esta buena suerte, que el chico no se acababa de creer, volvió al pueblo con una sonrisa de oreja a oreja para comprar unos bueyes, una sencilla casa de madera y comida para su gato y su perro. El chico se dispuso a llevar una vida tranquila.
Un buen día su hermano grande conoció la suerte de su hermano pequeño y decidió ir a verlo. Cuando lo vio, le preguntó como había conseguido vivir tan bien, y el hermano pequeño le habló sobre el demonio de oro y piedra.
El hermano mayor, lleno de avaricia, decidió hacer lo mismo que su hermano. Llevó un perro y un gato en el arado y colocó unos carros cerca la montaña para poder cargar todo el oro. En ver la escena, otra vez se escuchó como la piedra se abría y una sonrisa escandalosa llenó el valle. El hermano mayor se dirigió rápidamente a la boca y mientras gritaba de euforia descubrió las riquezas que escondía la montaña. El oro se perdía entre sus manos y el hermano mayor no podía parar de llenar sacos uno detrás de otro. Poco a poco, la piedra dejó de moverse y el demonio, viendo la avaricia del hermano mayor, empezó a enfadarse. Cuando el hermano mayor se dio cuenta, el demonio de oro y piedra estaba cerrando su enorme boca hasta que se escuchó como sus dientes se cerraban con un fuerte golpe.
La mañana siguiente, cuando el hermano menor despertó, decidió ir a ver cómo le había ido a su hermano. Pero sólo encontró un gato y un perro atados en el arado. Al desatarlos, el muchacho alzó la mirada. Estaba seguro que había visto como el demonio le guiñaba el ojo.


This entry was posted on sábado, julio 25, 2009 and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.