En Vietnam la laca es una pasión nacional y una actividad artesanal muy antigua. Laca en vietnamita se dice «Son Mai», Son: pintura y Mai: apomazar.
Aunque los vietnamitas conocen la laca desde tiempos remotos, empezó a cobrar auge durante el reinado de Le Nhan Ton (1443-1460). El soberano envió un mandarín de su corte a China para que aprendiera un oficio que procurara una nueva fuente de ingresos a los campesinos vietnamitas. Después de pasar varios meses en la provincia china de Hunan, durante los que se inició en los secretos de la técnica china de la laca, nuestro mandarín-espia regresó a su país. Lo malo es que sus primeras pruebas fueron un fracaso y tuvo que volver a China para perfeccionar su técnica. De vuelta en Vietnam, sus nuevos intentos fueron un éxito. Por orden del rey, y en agradecimiento a sus buenos y leales servicios, los habitantes de Binh Vong elevaron un templo en recuerdo del mandarín Tran Tuong Cong, considerado desde entonces como el patrón de los artesanos lacadores y venerado como un genio por los vietnamitas.

"...Guardó silencio nuevamente. Después cogió con delicadeza el tintero de laca. Lo estuvo contemplando un largo rato. - ¿Sabes cómo se hace la laca? - Hice un gesto negativo - Es un procedimiento muy largo, de años y años, y muy complejo. Cualquier cosa puede estropearlo: una mota de polvo, un rasguño, un descuido... El árbol de la laca, Tsichu, produce una resina muy parecida a la de los pinos en Europa. Esta resina se recoge con conchas de mejillón; la operación debe hacerse al alba, por tiempo cubierto, pero no lluvioso: el sol oscurecería la laca antes de tiempo y la arruinaría. La resina se conserva e recipientes de bambú tapados con papel para evitar el contacto con el aire, como vosotros hacéis con vuestras mermeladas. Es preciso ser cuidadoso en el manejo de ese líquido porque es muy venenoso -sonrió-, como los presos de Hoa Lo. Después, una vez que se dispone de la primera laca, hay que fabricar, modelar los objetos que van a ser lacados. Por lo general se utiliza madera de ciprés o de vang-tam, que se lijacon gran cuidado; los agujeros que quedan se rellenan con una pasta de laca mezclada con arcilla y serrín. Entonces se aplica una primera mano de laca cruda con la que se tapan todos los poros aún abiertos. Se deja secar y se lija de nuevo hasta la misma superficie de la madera. Después se le pega al objeto una finísima tela y se empiezan a aplicar las siguientes manos de laca, sola o mezclada con arcilla, con tierra, con serrín, dependiendo de la consistencia y finura que se pretenda obtener. Cada capa es puesta a secar y, después, lijada con piedras rugosas o con carbón de camelia. Para aplicar las capas se usan unos pinceles especiales que hay que afilar continuamente, como si se tratara de lápices. Y así, una capa tras otra, durante años. -Con el dorso de la otra mano hizo un gesto ligero, como si estuviera aplicando una pincelada-. Sí, al principio es transparente, pero al contacto con el aire se acaba volviendo opaca. La laca negra se obtiene amasándola durante días, como si fuera manteca, remezclándola con una pala de madera; luego se envuelve la pasta en un paño de lino y se retuerce, como se hace con la ropa recién lavada, hasta que la laca pura cae en un recipiente. Cuando todo está terminado, puede empezarse a decorar el objeto, con rojos de cinabrio, amarillos de cadmio, blancos de sulfato de bario o, mejor aún, de cáscara de huevo, y oro y plata. Y una vez terminada la decoración, daremos una nueva capa de laca transparente, aplicada esta vez con un pincel hecho de cabellos de un niño de entre ocho y diez años. Es esencial que sea un niño de esa edad porque, si no, todo el proceso se estropearía -sonrió una vez más y bajó la voz. -Aunque hay quien dice que que la cola de una vaca da el mismo resultado. En fín -añadió levantando hacia mí el pequeño tintero que sostenía entre los dedos índice y pulgar-, este humilde tarrito, que no es nada y apenas si cuesta unos dong, ha sido hecho y pulido y pintado y pulido a lo largo de años de paciente labor. Es pequeño pero indestructible. Se secó al sol y maduró bajo la lluvia, con calor y con frío. Nada será capaz ya de doblarlo o descascarillarlo. Se ha endurecido como el diamante. ¡Un pequeño objeto sin valor! Pero contiene más sabiduría y más paciencia de la que jamás aplicaron los pintores del Renacimiento o los orfebres de San Petersburgo. -Posó el tintero a su lado, sobre la bancada-: ¿Me entiendes?..."
El cuenco de laca, Fernando Schwartz



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