Una leyenda vietnamita sirve como ejemplo de que los dragones recompensan a la gente que les respeta.
Existía un hombre bueno que encontró un pequeño dragón, pero su malvado hermano lo asesinó. El hombre enterró al dragón bajo un árbol, y cuando él iba, caía plata sobre su cabeza, pero cuando iba el hermano le caía barro, y por ello éste lo taló.
El hombre bueno hizo un comedero con los pedazos cortados, pero su hermano lo quemó. Entonces el hombre bueno sólo pudo hacer un anzuelo con una astilla que había quedado, pero cuando la lanzó al mar, la astilla se hundió bajo un gran torbellino, y del torbellino, salió una hermosa mujer. Dijo ser la hija del Rey Dragón y que su padre se había lastimado clavándose el anzuelo. Le pidió que fuera con ella y le llevó a través de las aguas en una burbuja, hasta su padre. Una vez allí el hombre bueno quitó con cuidado el anzuelo de la boca del dragón. El dragón, agradecido, le regalo un pequeño pececito azul, que resultó ser su hija.
El hombre bueno pidió la mano de la bella hija del Rey Dragón y juntos vivieron felices. El hermano malvado, lleno de envidia, se lanzó al mar para conseguir lo mismo. Pero el Rey Dragón sabía que había matado a un pequeño dragón, y lo convirtió en pez.


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